Una vez más, nuestro cura-párroco y consiliario, don Julián Plaza vuelve a colaborar con nosotros haciéndonos llegar sus palabras. Esta vez en un tiempo tan importante como es el Adviento que comienza este domingo.
Dándole las gracias de nuevo, os dejamos con su reflexión:
Adviento de Vigilancia Atenta
"Nos adentramos en el adviento, un tiempo para revisar el
camino que vamos recorriendo en nuestra vida, siendo conscientes de cómo muchas
veces las situaciones vividas nos hacen perder de vista el horizonte hacia al
que nos dirigimos, hay que rectificar el rumbo y tomar decisiones que nos lleven
a dejar de lado todo eso que nos despista; para esto, nos dice el Papa
Francisco que tenemos que estar atentos y vigilantes:
“La persona que está atenta es la que, en
el ruido del mundo, no se deja llevar por la distracción o la superficialidad,
sino vive en modo pleno y consciente, con una preocupación dirigida en primer
lugar a los demás. Con esta actitud somos conscientes de las lágrimas y las
necesidades del prójimo, y podemos captar también las capacidades y cualidades
humanas y espirituales. La persona atenta se dirige luego también al mundo,
tratando de contrarrestar la indiferencia y la crueldad en él, y alegrándose de
los tesoros de belleza que también existen y que deben ser custodiados. Se
trata de tener una mirada de comprensión para reconocer tanto las miserias y
las pobrezas de los individuos y de la sociedad, como para reconocer la riqueza
escondida en las pequeñas cosas de cada día, precisamente allí donde el Señor
nos ha colocado.
La persona vigilante es aquella que acoge la
invitación a velar, es decir, a no dejarse abrumar por el sueño del desánimo,
la falta de esperanza, la decepción; y al mismo tiempo rechaza tantas vanidades
de las que desborda el mundo y a las cuales, muchas veces, sacrificamos tiempo
y serenidad personal y familiar.
Estar
atentos y vigilantes son los requisitos para no seguir “vagando alejados de los
caminos del Señor”, perdidos en nuestras infidelidades; estar atentos y ser
vigilantes, son las condiciones para permitir a Dios irrumpir en nuestras
vidas, para restituirle significado y valor con su presencia llena de bondad y
de ternura”.
Que María Santísima de la Soledad, modelo
de espera de Dios y de vigilancia, nos guíe hacia su Hijo Jesús, reavivando
nuestro amor por él".
Julián Plaza, cura-párroco
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