Estamos acostumbrados a visualizar desde este blog algunas cartas para vivir la Semana Santa bajo la visión de otras personas. Anualmente, contamos con algún miembro de la Junta Directiva para escribir estas líneas.
En esta ocasión, volvemos a contar con las palabras de Jesús Manuel Plana Morales, pero esta vez la última como Hermano Mayor de nuestra Hermandad, ya que ésta será la última Semana Santa a la cabeza de nuestra Cofradía tras 16 años al frente de "los blancos".
Con estas palabras, Jesús Manuel se despide de los hermanos de la Soledad como Hermano Mayor. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento por sus años de dedicación, pasión y corazón con la Hermandad y con nuestro Grupo Joven:
Hace cuatrocientos años comenzaba una historia: la de
la Hermandad de la Soledad, de la Vera Cruz y de San Cristóbal. A aquellos
hombres y mujeres del año 1614 sólo les movía una cosa: sacar a las calles la
fe que llevaban dentro, y lo hacían mediante las imágenes que, siglo a siglo,
han permanecido vivas en el corazón y en la historia de Villarrubia de los
Ojos, así como ayudar a los hermanos que más lo necesitaban. Para eso surgió la
Hermandad de los Blancos. Para eso surgió nuestra Hermandad.
Muchos han sido los avatares que los
hombres y mujeres villarrubieros, con el corazón muy blanco, han tenido que
vivir durante estos cuatro siglos, pero la ilusión que movió a nuestros
fundadores se ha mantenido viva, permitiendo que hoy, nosotros, podamos llevar
con mucho orgullo el nombre de Soledad y Vera Cruz. Si nuestros mayores
levantaran la cabeza, se sentirían orgullosos de que sus más de 1200 hermanos
lleven muy a gala ser BLANCOS. Los hombres y mujeres fundadores se sentirían agradecidos de todo
lo que hemos luchado y de todo lo que hemos conseguido. Pero, sobre todo, se
sentirían orgullosos de que todo eso no ha sido ni es para nosotros, sino que
es para y por la Virgen y para la historia de Villarrubia de los Ojos, de
nuestro pueblo. Porque nosotros nos iremos y las cosas permanecerán.
Comenzamos una nueva etapa en nuestra
Hermandad. 16 años han pasado desde aquel 10 de marzo de 2002 en el que
empezábamos con más ilusión que experiencia una nueva andadura en la historia
de nuestra Cofradía. Un “hola” que llegaba aquella primavera y que, a pesar de
haber pasado 16 años, ha sido como un suspiro, una leve brisa que siempre ha
llevado un nombre: SOLEDAD.
Ahora toca decir, no “adiós”, que esa palabra no debe
existir en nuestra Hermandad, sino simplemente un “hasta luego”, porque cuando
alguien lleva algo muy dentro del alma no puede desprenderse de ello.
Pero sí toca ceder el testigo, dar
un paso al lado y dejar lo que más se ama en buenas manos, manos que le sigan
echando levadura a la masa que se ha forjado en 400 años de historia.
Muchas veces hemos sentido, en
nuestros años de entrega al Corazón de la Virgen, cansancio, hastío, y muchas
veces hemos sentido el deseo de abandonar. Pero siempre ha habido algo más
grande que nos ha movido por dentro, y que no ha sido otra cosa que nuestra fe,
el amor tan grande que le tenemos a la Virgen, y el deseo de no defraudar a la
gente que depositó su confianza en nosotros.
Echo la vista atrás y veo con mucho
cariño a todas las personas que la Virgen de la Soledad ha ido poniendo en el
camino, algunas siguen al pie del cañón, otras se quedaron. Pero sobre todo le doy
muchas gracias por haberlas conocido. Y le doy infinitas gracias, ya que
nuestra Virgen de la Soledad ha permitido que personas que jamás hubiésemos
coincidido en la vida, hoy seamos más que compañeros. Porque lo que nos une es
muy grande, porque lo que nos une es Ella: La Virgen. Nuestra Madre. Y ya
sabéis cómo son las madres. Tienen un corazón tan grande que perdonan todos los
fallos de los hijos. Y sólo las Madres son capaces de unir a sus hijos, por muy
dispersos que sean, y sólo ellas saben hacerlo porque saben amar. El amor es lo
único que las mueve y el motor de su vida. Y las que sois madres sabéis que no
me equivoco en nada de esto que digo. Por tanto, ¡cómo no nos va a perdonar y
unir la Virgen!
A los miembros de mi junta
directiva les digo que a veces las cosas
no han sido fáciles, pues no me daba cuenta de que todo el mundo no tiene el
tiempo del que yo dispongo. Por eso les pido perdón, por intentar exigirles
hasta el límite. Pero sólo les digo una cosa: siempre lo he hecho porque el amor
a nuestra Soledad fuese lo más grande. Hoy les pido perdón por mi falta de
paciencia. Pero también tengo que decir otra cosa: que quiero a la Hermandad
con toda mi alma. Que a veces el querer a las personas debería demostrarse con
hechos o con palabras. Y yo tengo un fallo y es que nunca lo hago. Pero eso no
quiere decir que no os aprecie. Al contrario, ¡cómo me gustaría que supierais
lo dentro que estáis de mi alma! Cada día le doy gracias a la Virgen por
haberos conocido a vosotros y a vuestras familias, le doy gracias por vosotros
y por vuestras familias, le doy gracias por haber regalado a la Hermandad
personas que luchen por ella, que se entreguen por ella, que trabajen, día tras
día, año tras año, por Ella.
Estos años me han servido para darme
cuenta de muchas cosas. Ha sido un carro del que teníamos que tirar para que
saliera adelante. Y todos, y digo todos, de una forma u otra hemos empujado.
Nadie puede hacerlo solo. Hemos luchado por conseguirlo. Hemos trabajado mucho,
hemos tenido desencuentros, porque todo es necesario también en esta vida, pero
al final, y eso es lo que os hace grandes, hemos olvidado, hemos perdonado y
hemos seguido adelante, y eso sólo ha sido posible por una cosa: porque hay
algo muy grande que nos une: María de la Soledad.
Es el momento de echar la vista
atrás. Me gustaría agradecer a todas y cada una de las personas que han estado
estos 16 años a nuestro lado. Sé que eso es imposible, porque han sido
muchísimas, pero quiero que sepáis que todas vais dentro, muy dentro de mi
alma.
Sin embargo brevemente quisiera dar las gracias a
nuestras familias. Sin ellas todo esto hubiera sido imposible. Todo el tiempo
que les robamos no tiene precio, sólo la Virgen lo sabe y sólo la Virgen sabrá
premiarlas a ellas por su paciencia y a vosotros por vuestra entrega. No lo
dudéis. La Virgen lo sabe. Y eso es suficiente. Gracias por vuestra
comprensión, porque a veces, en silencio, sois el apoyo que necesitamos. Y
siempre lo hacéis en silencio. Caminando a nuestro lado. Gracias, con el
corazón y perdón por el tiempo robado.
Gracias a vosotros: Rito, José Luis, Julio, Martín,
Mari Carmen, Gregorio, Ángela, Rocío, Alberto, Javi, Ángel, Jesús, Cristina,
Luis y Manuel, así como a los que empezaron y por diversos motivos tuvieron que
abandonar: José Ángel Cervantes, Ángel Sánchez-Crespo, Santos, José Ángel
Crespo, Pablo, María del Señor, Rafa, Emilio, Chusco… Sin vosotros, este
presente de nuestra Hermandad no hubiese sido posible. Hoy me siento orgulloso
de vosotros y de nuestras familias. La Virgen también se siente orgullosa,
nunca dudéis esto. Y, aunque cometamos muchos fallos, las Madres siempre
perdonan. Siempre.
Gracias a nuestro Grupo Joven,
siempre con el corazón sensible a tantas y tantas inquietudes compartidas.
Gracias a todos, pero Pablo, los hermanos Millán o Alberto, habéis sido los
nunca habéis abandonado el camino emprendido. Que vuestra ilusión siga
contagiando a todos aquellos que os miren a los ojos y vean en ellos el reflejo
y el brillo que sólo nuestra SOLEDAD puede dar.
Gracias a nuestras Camareras, sin ellas no hubiese
sido posible parte de nuestra Hermandad. Trabajando en silencio y desde el
anonimato hicieron, hacen y harán posible que el corazón de nuestra Hermandad
siga latiendo.
Gracias a las Monjas Clarisas, al Ayuntamiento en sus
diferentes Corporaciones y a los Coros y
Danzas por remar con nosotros en la misma dirección. Hemos compartido nuestro
amor por la Virgen, y eso deja huella.
Gracias a Vicente Sánchez-Crespo y a su junta
directiva, de la que algunos formamos parte en su día, porque él me abrió las
puertas de este mundo y me enseñó mucho.
Pero, sobre todo, gracias a todos
vosotros, los hermanos y hermanas de mi Hermandad del alma, porque sois la
pieza esencial para que esto siga funcionando. Sin vosotros, y sin la Virgen,
esto no tendría sentido.
Pero no sólo es el momento de mirar
atrás. Todo lo contrario. Es el momento de mirar hacia delante. Es el momento
del futuro. Y con esperanza miramos hacia el horizonte. A Manuel no le puedo decir nada, pues con él he
compartido vida, alma y corazón. Sé que él y tu equipo serán las mejores manos
para trabajar por nuestra Hermandad, pues tienen las cuatro cosas necesarias
para que esto funcione: ilusión, ganas, amor por la Hermandad y, la más
importante, amor por la Virgen. Lo demás vendrá por añadidura.
Habéis sido los agraciados. La
Virgen los ha elegido para esta nueva misión. Y en los momentos de duda, de
miedo o en las tormentas del alma Ella siempre se acordará de sus hijos,
vosotros, que la “Acompañaréis en su Soledad” al lado de nuestros jóvenes.
Hace 400 años
empezó a escribirse un libro en blanco… un libro cuya historia continúa hoy escribiéndose...
Y miramos con esperanza el futuro. A partir del 23 de julio comenzará un nuevo
capítulo en la historia de nuestra Hermandad. Que la Virgen de la Soledad, del
Calvario, de los Dolores, Niña, de la Piedad, que es una sola, la Virgen María,
nos guíe siempre a nosotros y a nuestras familias. Que nos ilumine siempre. Que
nos bendiga siempre. Que siempre esté con nosotros y que nosotros estemos
siempre con Ella, “Acompañándola en su Soledad”.
Desde lo más
profundo de mi alma, desde aquí les digo a todos nuestros hermanos/as: HA SIDO
UN HONOR SERVIR A VUESTRO LADO. GRACIAS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario